ARTE Y SUBVENCIONES.

 Con la crisis del coronavirus han aparecido en todos los medios españoles las quejas y peticiones de ayuda económica desde el "mundo del arte y la cultura": El conocido artista Guillermo Mora escribía en su red social: "¿Nos están diciendo que la ayuda "excepcional" para el arte contemporáneo español que van a aportar en 2020 es menor a las ayudas que se otorgaban en 2010, 2011, 2012... y ante una situación crítica sin precedentes?".

100 premios nacionales califican la ayuda al arte contemporáneo de "ridícula".

La "Mesa sectorial del arte contemporáneo" pide directamente "Aumento de las subvenciones" y "Contar con personas expertas en género para que se apliquen criterios de igualdad en el desarrollo y proceso de creación y desarrollo de ayudas". El guiño ideológico no podría faltar.

La "Unión de artistas contemporáneos" fue quizá la primera en quejarse al ministro de cultura tras anunciar éste que no habría medidas específicas para el sector cultural. Solicitaban al ministro medidas especiales "Si usted aprecia al sector y comparte un mínimo afán de justicia social". Porque según esta asociación "el arte contemporáneo es crucial para la formación de ciudadanos libres y con capacidad de discriminación crítica". Pero... es eso cierto? 

 Poca capacidad crítica puede haber donde no hay libertad. Y de ambas cosas carece el mundo de la cultura en España. Poca libertad se puede tener cuando se asumió como algo normal el papel preeminente del estado y las instituciones, el dogma socialista de eso llamado "público" cuando en realidad quieren decir "estatal". El artista y el mundo del arte asumió al Estado como premisa de trabajo y la caza de subvenciones se ha convertido en una tarea fundamental. Dicho claramente: Estas demandas provenientes del mundo de la cultura representan solamente una búsqueda de privilegios para su gremio que poco tienen que ver con la solidaridad a la que tantas veces apelan como buenos representantes de la “izquierda”. Sin saberlo ellos, tan antifascistas, se apuntan de cabeza al lema de Mussolini: "Todo dentro del estado, nada fuera del estado".

 La labor de "formación" que desempeña el arte contemporáneo y su espíritu "crítico" es más que dudoso cuando desde la universidad se vende un dogma determinado mientras otras alternativas ni se plantean. No solo no se plantean, se desconocen. Recuerdo una artista que me decía: "Como lo que yo hago no es comercial y es de interés público prefiero que me lo paguen todos". Por supuesto ese “todos” no es más que la comisión política afín que decide en qué y en quien gastar el dinero que la hacienda exprime, por ejemplo, a los panaderos a los que propongo plantearse producir pan con sabor "no comercial" y poder así solicitar una subvención para no tener que depender de los clientes que entren por la puerta.

"No somos un adorno o negocio especulativo" dice la Asociación de artistas, cuando en realidad el arte no puede evitar ser un adorno ni un bien especulativo. España padece una comunidad artística muy espiritual pero ignorante en temas económicos (o ignorante a secas) y con una vocación funcionarial que tiene alergia al dinero del "sucio" comercio y que que no haya sido previamente filtrado y desinfectado por alguna fundación o ministerio.

Otro artista me reconoció su "dilema moral, cada vez que recibía dinero tras la venta de alguna venta (esporádica) a algún rico". Este pobre artista, víctima hegemonía cultural, dificilmente logrará comprender algún día que ese dinero es precisamente el más lícito que haya podido recibir. Nuestra "élite" cultural es alérgica a la libertad y se siente muy cómoda en el subsidio permanente gracias al expolio a las actividades comerciales que crean riqueza. 

Para que el mundo de la cultura en España llegue algún día a ser culto y poder así ejercer un papel crítico real debería conocer la realidad en la que vive. Desconoce por completo las cifras astronómicas que el estado necesita expoliar a los trabajadores para abonar los casi 100 millones al día que se pagan solamente de los intereses de la deuda. Deberían informarse de cuantos ciudadanos crean riqueza efectiva y cuantos se benefician de ella. Debería informarse sobre la causa de la deuda que no es otra que la inmensa intromisión, expolio y monopolio estatal incluso a costa de las esferas más privadas de los individuos mediante una política cultural paternalista asumida con gusto como propaganda y activismo por los mismos artistas.

Para que el "mundo de la cultura" fuese culto de verdad debería informarse sobre la imposibilidad del sostenimiento del pago a parados, pensionistas o funcionarios que van a cargo de más deuda. Jesús Cimarro, presidente de la Academia de las Artes Escénicas dice que "No entiendo por qué hay cosas que son posibles en Francia y no aquí". Pues tanto él como el mundillo de la cultura deberían tomarse el trabajo de entenderlo. No es tan difícil y por cierto quizá se dé cuenta de que Francia no es un buen ejemplo. Quizá los países con un equilibro de gastos e ingresos sí lo sean. También ayudaría a entenderlo el echar un ojo de vez en cuando al índice de libertad económica. Estas cuestiones terrenales son completamente ajenas para un mundillo de la cultura en España que no logra comprender las cuestiones más básicas sobre la realidad en la que malvive y la causa de ello es un idealismo enfermizo que no puede asumir siquiera las distorsiones y diferencias entre estados. Su utopía es ciega a la realidad.

 Pedir realismo (más allá de las ganas de comer) al mundillo de la cultura es pedir demasiado. Toca preguntarse si el mundillo de la cultura está dispuesto a tolerar el esfuerzo que supone la conquista de la libertad.